CONVERSACIONES CON MI GATO: Páginas de nuestra vida, por David de Molay
Cuando los mortales
comenzamos a escribir el complejo libro de nuestra existencia, debemos tener
presente una importante regla: nada tiene que ver con el estilo, ni el formato,
ni la caligrafía, pues todo es libre albedrío. Sabemos que las páginas del
libro de nuestra vida estarán repletas de quimeras, encrucijadas, buena o mala
suerte, amor, desamor, lágrimas, risas…
Por eso las páginas del
ayer deben pasarse y dejar marchar, no debemos releerlas nunca, el pasado debe
seguir su camino, hay que vivir las páginas que escribamos cada día, las del
presente, las que nos hacen sentir cada instante, las que escribamos en el
momento, las del día a día. Y las del mañana, las páginas del futuro, todavía
no existen, están por escribir y sólo pertenecen al mundo de lo incierto…
CANTO AL AMOR
A
veces pienso que eres hijo
de
la ternura y del dolor,
parte
de los cuatro elementos:
del
aire, tierra, agua y del fuego.
Aire:
viento, brisa,
tramontana
o huracán.
Tierra:
fértil o estéril.
Agua:
incoloro, diáfano,
lluvia,
nieve, remanso, río,
lago
o mar bravío.
Fuego: volcán,
crisol, llama eterna.
Puedes ser noche
oscura y cerrada,
o día claro,
noche diáfana y
estrellada,
o día nublado.
Eres primavera:
resurrección, esplendor y triunfo.
Eres verano:
secretos, ardor y pasión.
Eres otoño:
lágrimas y recuerdos.
Eres invierno:
frío y olvido.
Eres pecado, a la
vez que virtud,
deseo y tentación,
al final indulgencia y perdón.
Amanecer y ocaso.
Oración, canción,
poesía, música, pintura,
inspiración,
creación, lealtad y traición.
Eres risas y
lágrimas, sueños y desvelos,
rosas y espinas,
heno recién cortado,
compañero, amigo,
enemigo,
corazón, latido,
palpitaciones,
prisas, deseos,
utopías y
requiebros.
Eres pronombre:
Tú, Yo, Él.
Luz y vida en
alumbramiento,
esperanza en el
deseo.
No tienes tiempo,
ni medida,
ni religión, ni
sexo, ni ley,
y tuyo es el
firmamento.
Eres rima, verso,
prosa, adagio,
squerzo, abrazo,
beso,
melancolía, guiño,
risa,
carcajada,
balbuceos, señal
o, simplemente,
sólo miradas.
Por ti ha brillado
el acero cortando el viento
y abrasando el
veneno la garganta,
por ti la vida era
menester, y la muerte
por ti la única
esperanza,
en lances de honor
en defensa de tu honra.
Y es que eres hijo
de la ternura
y del dolor,
fuiste y eres
verbo.
Hijo de la ternura
y del dolor,
fuiste el
argumento
de la misma
Creación.
Silogismo de la
vida y pretexto
a para la muerte,
por ti el hombre
vive y por ti muere.
Hijo de la ternura
y del dolor,
déjame decir tu
nombre:
Amor.
El
sofocante calor amaina
y va
siendo un recuerdo.
El
termómetro recupera
todos
sus valores y sus razones.
La
mar vuelve a su normal vaivén, tranquilas y solas
unas
olas van y otras vienen.
Sobre la arena de
la playa quedan escritos
los últimos deseos
del verano,
iniciales con una
fecha,
algún “no te olvidaré”
algún “te quiero”.
Acorta el tiempo
la tarde,
quiere ver pronto
el semblante de la noche.
Las estrellas
quietas, titilando, esperan en su sitio
y la luna pasea
por donde siempre.
Como aves
migratorias,
los deseos siguen a
las estaciones,
y el amor, curioso,
se va amoldando al otoño
en sus cortos
atardeceres y lánguido amanecer.
a,
e, i, o, u,
cinco
sencillas vocales
como
una escala musical.
a,
e, i, o, u,
sin
ellas no podríamos
decir
ni “mu”.
a, e, i, o, u,
ni tu nombre, ni
beso,
ni deseo, ni amor,
ni decir te quiero.
a, e, i, o, u,
importantes y
sencillas, cinco…
ves, lo sencillo
siempre es grande.
a, e, i, o, u,
solas, una detrás
de otra
cinco vocales, con
sus hermanas,
las consonantes,
que el destino ha
hecho inseparables,
juntas forman
oraciones, frases,
y montón de cosas
más.
a, e, i, o, u,
la a es una
señora,
la e es un bebé,
la i es ideal,
la o es la oronda
del grupo,
la u la última del
club.
Fría
como la noche es la ausencia,
en
el cielo solitaria la luna roza tu ventana.
La oscuridad juega a
esconder quimeras,
la soledad solitaria se
arrastra por vacías calles.
Noctámbulas almas
perdidas,
el silencio guía su
presencia,
la madrugada cuelga el
cartel de “Completo”.
De sueños bajan del cielo
lluvias
en busca de sus dueños;
estoy despierto;
ando perdido pensando
contigo,
para ti escribiendo
estoy…
mientras la noche fría
y la solitaria luna rozan
tu ventana,
sobre la mesa, las
blancas hojas,
silenciosos testigos de
tal andadura nocturna,
esperan que sobre ellas
mi pluma
comience a deslizarse
como ágil patinador,
y trace surcos de
caligrafía,
para dejar constancia de
todo lo que por ti siento…
Fría como la noche es la
ausencia,
en el cielo solitaria la
luna roza tu ventana.
Cuando llega el primero
de noviembre, por tradición, en muchos escenarios españoles se representa la
inmortal obra de José Zorrilla, “Don Juan Tenorio”, escrita en 1844.
No podía terminar este
octubre particular sin un homenaje a ese personaje de ficción que, a pesar de
ser un pendenciero, de rápido acero, arrogante, burlador y una gran cantidad de
descalificativos más en su contra, no deja de haber en él un lado inocente, en
el que fue un poco víctima, ya que su propia altanería le llevó a cometer esos
errores en los cuales, su conciencia jamás hubiera participado y, al mismo
tiempo, no dejó de ser un romántico y empedernido enamorado, por lo que en su
oscuro fondo maligno aún brillaba una débil luz de sentimientos.
Seguidamente ofrezco mi
particular, atrevido y humilde homenaje a Don Juan Tenorio, “va por vos”…
- I –
En arrogancia
no hay quien le alcance;
el engaño
su pretexto y su mejor lance;
en esgrima
mejor maestro,
ataja por el diestro
y remata al ambidiestro;
caballero, ateo, soldado,
jugador, truhan, bebedor,
así nació, vivió y murió,
con más pena que honor.
Perdonado por Dios
en su misericordia el burlador,
nadie había dado tanto amor
a Inés ni más notorio
que Don Juan Tenorio.
- II –
Si no os quisiera
como os quiero
y más quisiera yo
que quereros todavía
mucho más.
Que apenas valdría haber nacido,
ni el tiempo
que llevo vivido,
si no fuera por toda esta vida queriéndoos
como os he querido.
Quiero seguir viviendo para no dejar de quereos.
¡Ay! Tiempo, tiempo, si tienes que llevarte algo
llévate mi ego, mi desdén y mi miedo,
pero no lo que más quiero.
Si no os quisiera
como os quiero
y más quisiera yo
que quereros todavía
mucho más.
- III –
No me miréis con dolor
cuando al cielo
mi rencor yo clamo;
ni siquiera juzguéis
mi quebranto,
mi mal y mi
llanto,
pues no entiendo
dónde guarda Dios
mis plegarias,
todas las que al cielo mando
para rogar por vos.
¿Qué muro impenetrable
se interpone entre mi sufrimiento
y el Padre
Redentor?
¿Qué no ve cómo yo muero
viendo cómo se
apaga
día a día la luz?...
¿Esa luz que habita en vos?
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