CONVERSACIONES CON MI GATO: ¿Es el amor un veneno?, por David de Molay



Se muere el otoño



Amanece el cielo gris y frío como las falsas promesas, el día elige a la mañana para que le acompañe hasta el ocaso, por donde se alejará llevándose todo lo cotidiano.

Se muere el otoño, que moribundo camina lentamente por encima de una alfombra de hojas yacientes, caídas de los árboles, que el mismo otoño se ha ido llevando, igual que los recuerdos de los amores estivales.

Se van abriendo los recuerdos con olor a naftalina, anochece más temprano, la noche se aletarga, amanece con pereza, los días se acortan tímidos a su hora.

El gallo canta su precario destino en la madrugada, entretanto pasan los recuerdos, frente a las juguetonas llamas del hogar, llenando la estancia de burlonas y espectrales sombras chinescas, mientras… amanece el cielo gris y frío como las falsas promesas.



Al amor



Eres hijo de la ternura y del dolor, estás formado por los cuatro elementos;

puedes ser aire: viento, brisa, tramontana o huracán;

puedes ser tierra; estéril, fértil, llanura, la montaña más escarpada, el desierto más inhóspito, vergel, isla o continente;

puedes ser agua: mansa lluvia, tormenta, mar bravo, río, hielo, remanso, lago;

puedes ser fuego: volcán o llama eterna.

Puedes ser primavera: resurrección, esplendor, loca policromía;

o el verano: largo y cálido, apasionado, brillante;

quizás otoño: nostálgico, a veces renovador, gris, lágrimas y recuerdos;

también puede ser invierno: frío y olvido.

Puedes ser pecado al igual que virtud, y al final indlugencia.

Amanecer, ocaso día y noche,

inspiración, creación, oración, canción, poesía, música, pintura, escultura…

Lealtad y traición,

risas, lágrimas, sueños, desvelos, vigilias.

Rosas y espinas, heno recién cortado,

madre, padre, hijo, hermano, compañero, amigo, rival, enemigo,

latidos, sentimientos, deseos, quimeras y requiebros.

Puedes ser pronombre Tú, Yo, Él.

Luz, oscuridad, para ti no hay tiempo, ni medida, ni edad, ni religión, ni leyes.

Puedes ser rima, verso, prosa, sinfonía, abrazo, beso, melancolía, guiño, risa, balbuceos, señas o sólo miradas.

Por ti el acero de la espada ha llegado a blandir al viento, en extraña mezcla de honor y amor, la vida, si era preciso,

por ti la cicuta ha abrasado el alma, la muerte, la única esperanza.

Hijo de la ternura y del dolor y nació el verbo, fuiste el argumento para la misma Creación.

Por ti se vive y se muere,

imposible entender la vida sin ti… AMOR.



¿Es el amor un veneno?



Maestro, ¿es verdad que el amor es un veneno?

¡Pero qué decís! Sabed que los que piensan así, ellos sí están envenenados por la toxina del desamor. Pues sabed que el amor es más eficaz y único de los antídotos contra todas las quimeras y males que intentan atacar a la existencia, es decir, sin el amor la vida sería como un abismo sin fin… como una jungla en donde siempre reinaría la sinrazón.



¿Cómo huelen los ángeles?



Había una joven de agradable aspecto contemplando las evoluciones de unos niños y niñas que no paraban de revolotear alrededor de la fuente del jardín.

Con especial atención, descubrió que una de las niñas se movía con ligera torpeza, como si sus manos alargadas fueran sus ojos y sus movimientos descompasados intentaran adivinar su posición real, pues su invidencia le obligaba a la cautela y previsión.

La joven se acercó a la niña. Ésta, al detectar la proximidad de la joven, quedó inmóvil, y esperó a que su interlocutora se identificara. La joven contempló de cerca a la niña y, a los pocos segundos, le dijo con voz suave:

-¡Qué bien hueles! – la niña, al oír la voz de la joven, hizo un leve silencio y, con un especial sentido, analizó el tono de su voz, tras una pausa contestó:

- ¿Y cómo huelo?

- Como los ángeles – la joven respondió.

- ¿Y cómo huelen los ángeles? – preguntó la niña.

- Los ángeles huelen a cielo – contestó sonriendo la joven.

- ¿Y el cielo cómo huele? – replicó la niña.

- A amor – respondió la joven.

- ¿Y cómo huele el amor? – volvió a insistir la niña.

La joven contemplaba a la niña con creciente respeto y sorpresa y sin tregua le respondió:

- El amor huele a universo.

- ¿Y cómo huele el universo? – volvió a preguntar la niña.

La joven, tras unos segundos de silencio, respondió a la niña:

- El universo huele a Dios.

De nuevo se hizo un silencio, esta vez más largo, hasta que la niña volvió a la carga:

- ¿Y cómo huele Dios? – la joven miró a la niña con sus ojos repletos de luz y cariño, como esas miradas que parecen confortar los corazones y con dulce voz respondió, como si aquel juego de preguntas llegase a su final:

- Dios huele a la nada.

Entonces se produjo un profundo silencio durante los cuales la joven pudo percibir que los ojos de mirada perdida de la niña comenzaban a humedecerse.

- Estoy esperando que me preguntes a qué huele la nada.

Y la niña, ya con lágrimas resbalando por sus mejillas, respondió:

- Sé a qué huele la nada… huele a mi madre…

A la joven le cambió el semblante y por sus ojos comenzaron también a asomarse unas lágrimas. Tras unos segundos de indecisión, preguntó a la niña:

- Dime, ¿y cómo huele tu madre? – la niña dirigió su rostro hacia donde venía la voz de la joven y, con decisión altiva, respondió:

- Mi madre huele como los ángeles.



Navidad



Navidad… Tiempo de vacíos, de nostalgias y recuerdos perdidos, de distancias, de despedidas… Dicen que cuando alguien se va deja un vacío difícil de llenar. Pero eso es cuando ese alguien deja, en su ausencia, el calor humano del amor y la amistad, del cariño, del día a día, risas y lágrimas, dichas y penas…

Navidad… De nuevo tú te vas, y de nuevo tu vacío, te lo juro, es cada vez más difícil de llenar. Pues sepas que tu vacío dolor me produce… primero porque no estás y segundo por ser Navidad…

Volverás, lo sé, cuando la estrella de oriente rumbo a poniente dirija sus pasos, pero también se habrá ido la Navidad… tiempo de vacíos, de nostalgias… pero también de momentos de intimidad, de las miradas cómplices, entre las luces de mil velas y destellos de magia, de los besos envueltos en deseos de amor y paz… Todos los que te deseo a ti, vuelve pronto, amor mío… Te amo aunque cuando vuelvas… no sea Navidad…



Enero



Comienza a andar lento un nuevo año, con todas las esperanzas puestas en la rutina del nuevo calendario.

Mientras el tiempo peregrino de su propio cautiverio sigue su ronda por el universo de lo cotidiano.

Entre tanto, nosotros renovamos los mismos deseos, como los que quedaron atrás en el año que hemos dejado, pero siempre deseando que sean todavía mejor los deseos del nuevo año.

Sólo un deseo para ti quiero, el deseo más deseado, que tú y yo seamos los mismos todo el año.



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