LAS COSAS DE ALY: Alicia la marmota, por Aly y Ancrugon
Esto
comenzó como un juego una mañana de invierno, sobre las nueve, cuando Aly me
envió un WhatsApp desde el instituto:
- Voy a
dormirme.
- ¿Pero
no estás en clase? – le pregunté sorprendido.
- Sí, en
la de Plástica, pero no puedo más… tengo mucho sueño…
- Si no
estuvieras hasta las tantas de la noche chateando… - le dije.
- Pero es
que por las noches no hay forma de que me duerma… - me respondió.
- ¡Claro,
como te pegas unas siestas de varias horas por las tardes! – intenté
recriminarle sabiendo por anticipado que eso a ella le daba igual.
- Por eso
mismo, mira, esta tarde tengo que ir a tu casa a dar repaso de Mates, así que
me perderé la siesta…
- ¡Vaya,
eres como una marmota!... Alicia la marmota… Mira, se me acaba de ocurrir, te
voy a escribir un cuento.
- Vale –
me respondió lacónicamente. Y se durmió.
Seguidamente
me puse a cumplir lo prometido y así surgió la primera de las pequeñas
historias de esta serie y se la envié por Facebook nada más concluirla,
acompañada de una foto suya que le tomé durante una de nuestras clases de Mates
en la que se durmió sobre el teclado de mi ordenador…
Aquella
misma tarde me propuso el plan: ella me iría contando sus cosas y yo haría cuentos
de las mismas… la idea me encantó.
Y aquí
estamos…
ALICIA LA MARMOTA
Alicia hacía verdaderos esfuerzos para seguir
las palabras del profesor, pero era inútil, sus lindos ojos se cerraban porque
sus párpados comenzaban a pesar como si fueran de plomo y su cabeza se iba
llenando de una niebla que lo consumía todo lentamente, lentamente… hasta que
caía en un profundo sueño, apoyando la frente sobre los brazos en el pupitre.
Entonces comenzaban las risas de los compañeros y las sonoras burlas le hacían
volver en sí: “¡Alicia la marmota!... ¡Alicia la marmota!” El profesor,
lógicamente, se enojaba con ella y le amenazaba con los infiernos del suspenso
y de las aperturas de expedientes y cosas de esas, pero todo era inútil,
Alicia, en cuanto comenzaba el monótono monólogo pedagógico, caía en su
irresistible sopor.
El caso es que a fuerza de repetirlo, el
nombre se le quedó adjudicado como si fuera un tatuaje y todo el mundo en el
insti la conocía así, Alicia la marmota, pero a ella no le molestaba en
absoluto, todo lo contrario, porque tras buscarlos en la Wikipedia, se dio
cuenta que aquellos animalitos eran unas encantadoras bolas de suave pelo que
se pasaban el día correteando en busca de algo que llevarse a la boca y los
inviernos dormían y dormían sin preocuparse de nada más, como ella, y eso le
gustaba.
Pero un día ocurrió lo que se veía venir y el
profesor gritó más de lo acostumbrado, y pasó de las amenazas a los hechos, y
le trazó un hermoso rosco en su evaluación y, gesticulando de forma
desmesurada, se la llevó hasta el despacho del director donde,
sorprendentemente, le esperaban sus desconsolados padres y la noticia de la
irrevocable expulsión del centro. Ella quiso hablar, defenderse, excusarse, sin
embargo, por mucho que lo intentaba, de su boca sólo salían agudos chillidos
que alarmaron a toda la camada…
Alicia, la marmota, se despertó sobresaltada
y se sintió observada por el resto de las compañeras que compartían la cálida
madriguera donde estaban pasando aquel duro invierno. Entonces se dio cuenta de
que todo había sido una pesadilla y respiró tranquila. Se acomodó lo mejor que
pudo entre los cálidos y sedosos cuerpos vecinos y pensó para sí: “¡Qué horror,
ser un humano debe ser algo demasiado terrible!” Y volvió a dormirse plácidamente.
FIN
Lo malo
de esto es que se la pilló el profesor de música, quien divulgo como broma el
nuevo mote de Aly: “La marmota”.
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