EL MITO DE LA CAVERNA: Capítulo I: Génesis, por Fe.Li.Pe.


Imaginaros que entráis en una sala repleta de butacas. Que a tientas, o a veces guiados por la escueta luz de la diminuta linterna de algún acomodador, encontráis vuestro lugar. Que os acomodáis en él con la disposición preparada para ser espectadores y copartícipes de unas vidas de ficción. Que sobre vuestras cabezas aparece el rayo del mundo de la verdad, aquel que procede del reino de la esencia para mostrarnos las cosas tal como son. Que en una pared blanqueada, justo en frente de nuestros ojos, se van sucediendo imágenes y escenas que representan, en el mundo de la materia, las sombras de la realidad. Y que al concluir ese pase hemos experimentado una especie de catarsis que nos ha liberado, al menos temporalmente, de algunas de nuestras eternas ataduras… ¿De qué estamos hablando?...
Platón, aquel sesudo pensador griego que vivió entre el 427 y el 347 a.C., seguidor de Sócrates y maestro de Aristóteles, nos lo planteó así: un espacio cavernoso donde se encuentran los hombres, prisioneros por el simple hecho de nacer y atados por sus circunstancias en sus particulares circunstancias, con su mirada orientada obligatoriamente hacia una pared colocada en el fondo, el límite de su horizonte. Tras de ellos se eleva un muro y tras él van pasando toda una serie de objetos cuyas sombras, proyectadas por la luz de una hoguera colocada más atrás, se reflejan sobre la pared del fondo desarrollando así lo que los humanos consideran la verdad… la realidad… Entonces, ¿podemos afirmar que Platón fue el precursor del cine?...
No me atrevería a tanto, pero sí que le debemos lo que podría ser la sustancia del mismo: una linterna mágica que reproduce los fantasmas de lo real.
El ser humano siempre ha deseado poder representar el mundo que le rodea y le contiene de la forma más aproximada a la verdad, pero la verdad es algo que sólo les es concedido conocer a los dioses, y el hombre debe contentarse con burdas realizaciones más o menos aproximadas. Por eso, la pintura fue una de las primeras expresiones con la que se intentaba aprehender la vida, lo malo es que en la naturaleza todo está compuesto de forma, materia y movimiento y ello era un verdadero problema para los primeros artistas cuyas figuras se mantenían impasiblemente estáticas a pesar del empeño del autor por insuflarle la sensación de movilidad, como la del pintor cuaternario que nos dejó, en las cántabras grutas de Altamira, a un jabalí cuyas patas se multiplican en su frenética carrera:


o a unos bisontes que se aprestan a embestir a gran velocidad:


Esta técnica quedaría en el limbo del olvido durante miles de años hasta que la “descubrieran”, mucho más recientemente, otros pintores que fueron denominados hiperbólicamente “futuristas”, como el italiano Carlo Carrà, quien en 1912 pintaría su Caballo y jinete:


Y es que el movimiento no es más que una superposición de diferentes instantáneas que el ojo humano, al verlas en una sucesión continua, percibe la sensación de que cobran movilidad y, por lo tanto, vida…
Un método antiquísimo de crear figuras con movimiento fueron los juegos de sombras, a los cuales se ha dado por denominar “sombras chinescas” aunque, en realidad, el origen de este procedimiento como divertimento procede de la isla de Java, Indonesia:


Pero posiblemente el bueno de Platón se inspirase, ya por aquellos tiempos míticos, en un método empleado por los sacerdotes de Eleusis y Menfis que muchos años después daría en el invento de Athanasius Kircher, el jesuita alemán que lo llamó la Linterna mágica en 1640:


Podemos considerar este aparato óptico como el antecesor del cinematógrafo, y para su creación, Kircher se basó en la cámara oscura, consistente en una caja cerrada que recibía imágenes del exterior las cuales se reflejaban invertidas en el interior, pero lo que él hizo fue invertir el proceso, es decir, llevar las imágenes desde dentro hacia afuera mediante un juego de lentes y un soporte corredizo sobre el que se colocaban las transparencias pintadas en placas de cristal, así mismo, dentro de la caja se colocaba una lámpara de aceite cuya luz proyectaba la imagen, y remataba el artefacto una pequeña chimenea por la que salía el humo. 
A partir de ese momento se suceden diversos inventos para capturar el movimiento por medios mecánicos, como el taumatropo, que consiste en un disco con dos imágenes diferentes, una a cada lado, sujetado por unas cuerdas que, al estirar, lo hacen girar cambiando rápidamente de cara, por lo que se produce la ilusión óptica de la figura se mueve:


O el zootropo y praxinoscopio, creado el primero por John Ayton Paris, en 1824, compuesto por un tambor circular en cuyo lateral se realizan unos cortes a través de los que se observan los dibujos interiores que, al girar, parece que se mueven, y siendo el segundo creación del francés Émile Reynaud en 1877 y funcionando de forma similar al anterior, pero con la particularidad de que el espectador observaba directamente el interior del mismo:


Pero los verdaderos precursores directos del cine fueron la teoría de la visión de Kleper en 1602 que desembocaría en la industria óptica, la creación de la cámara oscura ya anticipada por Leonardo da Vinci y la invención de la fotografía en 1839 por Joseph N. Niepce, pero eso es otra historia de la que hablaremos en el siguiente capítulo.


Visitas recibidas por esta página hasta el 14 de noviembre de 2018:

2.308

Comentarios

Entradas populares de este blog

TEMAS E IDEAS: Dos apuntes sobre mí, por Ancrugon

PENSAMIENTOS: Sobre la belleza, por Ancrugon