TEMAS E IDEAS: Cosas cotidianas, por Ancrugon
“Yo lo vi todo.
Estaba en la cocina, preparando la comida, pues mi marido quiere comer siempre
a las dos, ¿sabe?, y él es muy estricto en esto de los horarios, y allí, en la
cocina, tengo una ventana muy grande, porque yo pienso que las habitaciones, y
sobre todo las cocinas, deben tener mucha luz, eso da mucha alegría a la casa,
¿sabe? Pues bien, dio la casualidad de que yo estaba asomada en ese instante a
la ventana, porque escuché algo extraño que me llamó la atención, no se vaya a
creer que me paso las horas cotilleando, no, yo no soy de esas, pues yo pienso
que cada uno en su casa y Dios en la de todos, ¿sabe? Pues, como le iba
diciendo, cuando me asomé, lo vi, lo vi todo perfectamente. Verá, el pobre
hombre salió del portal, ¿sabe?... Sí, sí, de éste mismo, él vivía dos pisos
más arriba del mío. Yo lo había visto alguna vez en el ascensor, pero no lo
conocía mucho, aunque parecía una buena persona, creo que vivía solo, pero no
se lo puedo asegurar, y es que en estas fincas cada uno va a su marcha y no se
preocupa de los demás, ¿sabe? No es como en mi pueblo, allí se conoce todo el
mundo y, cuando ocurre una desgracia, allá van todos a ver lo que pueden hacer,
aquello es más humano, ¿sabe? Pues el hombre salió del portal y fue a cruzar,
porque tenía su coche aparcado en la acera de enfrente, mire, mire, aquel azul
oscuro. Y el hombre miró a las dos partes de la calle, porque yo lo vi bien que
miró, pero claro, como siempre hay tantos coches aparcados y aquél bestia venía
tan fuerte, pues no lo vio, ¿sabe?, así que cruzaba la mar de confiado. Claro,
cuando se dio cuenta, ya lo tenía encima. Le dio un buen golpe en la cadera y
lo levantó al aire y cayó de cabeza, por eso había tanta sangre, se la debió
destrozar, ¿sabe? Y el animal aquel, en vez de parar y ver lo que había hacho,
aceleró más y se largó por la Avenida, volando, volando, ¿sabe?, como si fuera
un pájaro, pero no hasta perderse entre el infernal tráfico que siempre, y
sobre todo a esas horas, abarrota la Avenida, porque por ahí pasa casi toda la
ciudad, ¿sabe?, sino entre las nubes, sí, entre las nubes, como un pájaro,
¿sabe? Yo me volvía loca de gritar y la gente acudió enseguida, pero todos
tenían miedo de tocarle, porque es muy peligroso tocar a un herido, pues tú no
sabes lo que pueda tener roto y, a lo mejor, quieres ayudar y lo fastidias más,
¿sabe?, y yo les decía que el tipo ese se había largado por el aire, sí, por el
aire, ¿sabe?, como un pájaro, pero nadie me creía, ¿sabe?, y todos me decían
que me apartara. Alguien debió llamar a una ambulancia, porque al poco rato ya
había una allí; a mí se me pasó, ni se me ocurrió, ¿sabe?, luego me dije: “Mira que eres bruta, hija. Mira que no
llamar tú corriendo a una ambulancia.” Pero estaba tan asustada que se me
pasó, ¿sabe?, y me sabe mal de verdad, porque una siempre piensa que, si la
ambulancia hubiera llegado más pronto, pues a lo mejor... ¿sabe?, pero mire, no
ha sido por malicia, la verdad. Lo que sí que es de maldad es lo del conductor
ese, ¡qué animal! ¿Y vivirá tranquilo ese hombre? Y se fue volando tan
tranquilo... sí, volando entre las nubes… ¿sabe? Es que hay gente para todo....
¿sabe?...”
El semáforo se puso
en verde y los peatones retenidos cruzaron con rapidez la calle, indiferentes y
ensimismados, mientras la mujer delgada y mal vestida seguía con su monólogo y
se acercaba hasta el nuevo grupo que el semáforo en rojo había formado.
“Yo lo vi todo, ¿sabe? Aunque no se lo
crea, salió volando, ¿sabe? Mire, yo estaba en la cocina...”
Y desde el cielo
encapotado comenzaron a caer unas pequeñas gotitas finas de lluvia fría... como
si Dios estuviera llorando…
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